domingo, julio 17, 2005

Pre-crónicas lisboetas

En unas 10 horas, después de dormir, ducharme y cerrar la maleta, el Picasso azul cielo nos llevará, a Tere y a mi, Lusitania adentro. Viajamos, una vez más, a la tierra del bacalao, del pan con mantequilla salada y las aceitunas de árbol, al país de los ciclomotores-jamelgos-jadeantes que portan padre, madre, hijo y suegra y todos los santos azulejados que presiden los hogares, a la república con bólidos suicidas, con su boyante mala economía y sus doutores y sus claveles clavados en el corazón y su Pessoa y su Saramago y por suposto, seu café.
Pensaré desde A Brasileira palabras nuevas para modelar unas crónicas de esta huida corta hacia atrás, a la ciudad que mejor retiene el tiempo de la vieja, vieja Europa.

miércoles, julio 13, 2005

Tercer día de vacaciones

Después de todo me han pagado por venir. Además de invitarme al vuelo, veinte euros me han dado: a 10 la hora de espera tras el anuncio de overbooking. ¡Ni por eso podía quejarme a mi santa madre, que me vio llegar con los mismos ojos que se enjugan para ver un santo de palo bajarse de la peana!
Este santo pueblo, eso sí, no ha cambiado nada. El verano es pegajoso, cansino el mediodía, un poco más ligera –¡pero muy poco este año!- la noche. El tráfico, insufrible, con complejos de gran ciudad. El humor sin humor. La retranca, un poco pocha; las sonrisas, sólo con Alvariño. ¡Y... aydiosmío! En el repaso me acuerdo, ¡cuánta teta-balón! ¡Cuánto can cervero irrisible! ¡Y hasta al tunning le han hecho un salón! (y Citröen... ¿qué opina de esto?) Pero estos cambios se me olvidan ya. Se me tienen que olvidar...
Me voy a la playa con la memoria, que el agua de mar cura muy bien las pústulas. Y continúo mi narración: dibujando el borde de la ría, corro por las mañanas con Tere, entre las 8.30 y las 9.30. Luego desayunamos y el día, a eso de las 10.30, ya ha merecido la pena. Luego vuelvo a casa, ayudo a mi madre, vamos de paseo y hacemos infinitos cafés. El sol continúa esperando sin cansancio a las 6 de la tarde, cuando decido volver a la arena. Y si no, hasta otro día, porque yo me paso la tarde visitando aires acondicionados.
... Una brisa suave tira de la sábana estrellada hasta esta orilla del mundo. Y mientras el mar se añila, saboreo con devoción un chinchito frito o pimientos de padrón.

En fin... la cosa está en no pedir, como siempre, sino en dejarse amar.

viernes, julio 08, 2005

Out Of Work

Poco se me ve el pelo últimamente. Pero es que vivo subida a una moto, a mil por hora, entre ráfagas. Ha sido una mala semana de curro interminable, intensa de emociones.
Y ahora me voy de vacaciones. Tengo síndrome de estocolmo y por momentos espasmos de morriña precoz. Esta sensación abominable y nauseabunda de no tener nada que hacer de repente. Es como salir de un coche en marcha. Tengo miedo, lo juro. Y lo peor no es eso, lo peor es el paso que daré hacia dentro. Mañana cojo el vuelo y en pleno cielo me encontraré conmigo misma. Espero poder soportar lo que vea. Me maquillaré en el lavabo del aeropuerto, a ver si eso amortigua el golpe.

jueves, julio 07, 2005

Lo que no unan las Olimpiadas...

Maldita sea la gracia, perdón. Otra vez pecamos de idiotas. Nos peleamos como estúpidos entre nosotros -pero porque sí, por hacer algo- y como estúpidos se nos queda la cara cuando pasan cosas como las de hoy. Que no se enteran: a los seres humanos nos gusta discutir, pelearnos, insultarnos, mamonearnos. Sí, hombre, sí, tiene gracia: tú me llamas gabacho, yo te llamo Mr. Bean, él coge y ni nos llama. Y luego, cada uno a su casa. "No es que..." "A tu casa" "Pero es que me dijo..." "A tu casa, tío, que hay sueño. Mañana más." "Bueno, vale, pero mañana te saco en el Sun diciendo que tu estadio es una mierda" "Vale, pero mañana, que se te enfría el té". Y ya está, hombre, en eso consisten -o así debería ser- las disputas entre seres humanos. Y la mayoría es hasta donde las llevan. La gran, grandísima mayoría.
Pero luego se te queda cara de idiota cuando cuatro anormales en vez de alzar la voz, ponen una bomba o dan un tiro. Y esto va para todos los enérgumenos, por libre o asociados, ya sea ilegal o legalmente.
¿Pues saben qué? Que se vayan al carajo. A los seres humanos nos gusta discutir en paz. No hay cabida para ellos en este ágora.

miércoles, julio 06, 2005

Londres, 2012

Que fuerrrrte. Pero podría haber sido peor.
Podría haber sido Madrid, 2012.

lunes, julio 04, 2005

Sensodomingo


El hijito de Marte
Originally uploaded by C'.


Me desperté con resaca pueril, y eso nunca hace presagiar una jornada memorable, a no ser por las nauseas soportadas boca arriba en el sofá. Sin embargo, una, pocas veces tiene en cuenta ese porcentaje de sorpresa que se permite la vida de vez en cuando.

Como soy mujer cumplidora, me arranqué de dentro una posición vertical para llegar a mi cita con Noa: a las 12,30 –media hora más tarde de lo previsto, solicitado previamente para poder recomponerme- llegué a la entrada del Conde Duque. Tan estupenda era la exposición de PhotoEspaña de William Klein (pintor abstracto, escultor cinético, fotógrafo caótico, nació en Nueva York en 1928) que hasta el segurata de la puerta nos felicitó por la elección: "la más bonita" o "la más recomendable" o algo así nos dijo, sin soltar el teléfono por el que mantenía una conversación entrecortada. “Ya me lo diréis a la salida”. Pero a la salida no pudimos asentirle, porque continuaba hablando por el móvil, que nos había parecido sensacional, esas arrugas palpables de unos rostros antiguos tan actuales, las instantáneas como fotogramas de una película que enseguida se pondría a correr, traspiés de ciudad, risas incontenibles que se salen de la bidimensión, reflejos incómodos del cristal de papel… años 50 alborotados en Nueva York, Roma, Moscú, Madrid. Sí, debió escaparse el caos de la mente del hombre y convirtir el poblado en ciudad. Y a ese demonio seductor de la urbe lo captó Klein.

En pleno sofoco de mediodía, bajamos hasta la FNAC, mientras pensábamos qué hacer para comer. Me compré 3 discos por precio y necesidad: Paco de Lucía, Cositas Buenas –lo estoy escuchando ahora en el ordenador, pero no voy a comentar ahora cómo suena Paco. Por obvio-; Vengue de Ojos de Brujo, porque Barí ya lo tengo –qué alegría, quillos, venir a las 8 caminando pa’l curro con ese flamenquillo rico-; y Robbie Williams cantando swing en Swing When You’re Winning, que poco he escuchado, pero me da igual lo que digan: no es un Elton John soñando con ser Mick Jagger, Robbie canta muy bien además de todo muy, muy bien. Y punto pelota –mola tener un blog para dar rienda suelta a mi faceta dictatorial -.

Caminamos hasta La Latina y el calor sólo nos dejó comer una tapa de ensaladilla entre dos. Y ni eso, que ahí se quedó la mitad. Bernat se incorporó a nuestras cañas. La resaca iba remitiendo, pero creo que no era la cerveza la que debilitaba mi síndrome de abstinencia. Era el buen rollo… Acabamos sobre el césped de Las Vistillas.

Noa suelta: “Pues creo que hay algo en el Círculo de Bellas Artes, podíamos ir a ver” Yo: “¡Es verdad! Creo que Nacho dijo algo de que iba a pinchar…” Llamadita de turno. Efectivamente: estaría allí hasta las 5. Corriendito, un taxi y pa’llá.

10 euros en la entrada del Sensomusic, el Primer Festival de la Cultura Chill Out (así se vendían). Ber se rajaba… y se arrepentiría. Fue el colofón de un domingo que ya hasta el momento había resultado bastante agradable. Se convirtió en algo mejor: sin esperar nada del descanso dominical, nos regaló masajes vibrantes en los pies, taboulé riquísimo, helado gratis, Ekant & Nak (Chandra Sound System) casi para nosotras solas –oom-mmmhh!-, colorterapia para los sueños, los juegos y los sentíos y Wagon Cookin’ bailado a rabiar con mis dos soletes, Noita y Nachete. Oh-my-god. La vida es hermosa…

Tanto, que no pudimos irnos ya de ya: bulliciosa Plaza Sta. Ana, acabe con la excitación de nuestros sentidos. Amén.

viernes, julio 01, 2005

Yo también soy una acosadora

Ni me levanto con la palma abierta en un grupo de terapia, ni grito para solidarizarme con los enfermos sexuales, ensayando una reprimenda progre-moralista. Sólo trato de constatar lo que para mi es un hecho. Y es que ahora que está tan en boga lo de ir denunciando a quien te incomode con un exceso de atenciones –lo cual, aclaración por delante, me parece fenomenal- una, que no lo puede evitar, se pregunta si tan gruesa es la línea entre los correctos y los incorrectos, los buenos y los malos, los acosadores y los no acosadores.
Recuerdo cuando iba al instituto, una anécdota con nuestro profesor de francés. Y ya sé que suena a chufla, pero os recuerdo que es la realidad la que inspira la ficción y no al revés. A lo que iba: no niego que al sujeto en cuestión, a sus alumnas le encontraba el atractivo más allá de –o precisamente, en- unos correctores con acné. Al buen hombre se le había pillado más de una vez en el renuncio de sonreir más de la cuenta las tonterías de sus niñas de 16 años. Pero salvo eso, juro que no encontré más motivos para sentirme mal en su presencia. Y eso que, teóricamente, a mi es a la que más atenciones prestaba. Sin embargo, un grupúsculo de compañeras decidieron que había tocado techo y era el momento de denunciar. Yo, que ya en su momento, me di cuenta que era más el afán de unas adolescentes por llamar la atención que por el peligro que se olían, lo hablé con mi madre. Ella me preguntó si me había tocado: “no”. “¿Te ha dicho groserías?” “No.” “¿Se ha portado mal?” “No” “¿Entonces?” “Es más amable que el resto de los profesores” “Ya, pero por eso no se puede castigar a nadie. Tened cuidado, porque lo que van a decir tus amigas es muy grave.” Hablé con ellas: si yo, que era la preferida, jamás había sentido el más mínimo agobio de estar en sus clases –y, por supuesto, no había tenido jamás contacto fuera de ellas- no veía el motivo de denunciarlo, ¿qué tenían ellas que aducir? Yo creo que uno es muy libre de tener, digamos, sus preferencias. A él se le iban los ojos de cordero detrás de las chicas de 16, pero jamás había pasado el límite de la agresión. Pues bueno. Allá cada uno con sus perversiones y fantasías, siempre que no moleste a los demás, ¿no?
Quién no ha tenido una querencia. Sentimental, perversa, incontrolable. Los ex novios podrían escribir libros. En un estado de enajenación mental como el de una ruptura, todos nos volvemos locos: se mezcla el amor, el odio, el deseo y las ganas de matar a alguien. Un cóctel explosivo que puede estallar en cualquier momento, de cualquier forma. Cartas desesperadas, insinuaciones ramplonas, llamadas a deshora. Esas cosas que tienen los acosadores. Yo misma, he sido, soy y seré una acosadora. En mayor o menor medida, una pierde la elegancia de vez en cuando y arrastra su amor, colgado de la mano, por todos los malos caminos. Qué le vamos a hacer…

En fin, que no he hecho más que divagar -como corresponde a mi querencia a lo relativo o a mi carencia a la hora de tomar decisiones, según se mire-. Yo sé que una premisa como la que planteo, parece que implica una conclusión del tipo “así que intentémonos poner en el lugar del otro” o “comprendámoslo”. Nada más lejos. No creo que haya que ponerse en la piel de nadie. Ya nos llega con la que vestimos.


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