miércoles, enero 11, 2006

Novelas cotidianas

Sin que apenas se les preste atención, en cada esquina se escriben solas buenas, malas, terribles, delicadas novelas. Hoy fui público para uno de esos capítulos autónomos, que sólo necesitan para existir ojos y oídos que quieran conocerlas:

“- No te has acordado de darme el medio azucarillo que siempre te sobra.
- …
- … no importa.”

Y se levantaron enseguida de la mesa, justo después del café. No se rezagaron tampoco en ir hacia la puerta, bromeando por el camino, jugando a sonrisas y normalidad. Sin embargo se marchaban –al menos ella- con la mirada perdida en algún confín que debieron encontrar bajo sus pies.

En mi habitual fatalismo, yo me pregunto si a algún novelista se le ha ocurrido alguna vez esta amargura tan plástica para un final.

miércoles, enero 04, 2006

¿Error de comunicación?

Cuando te pides un helado de chocolate y te traen uno de pistacho, no le llamas “error de comunicación”. En un día normalito, le llamas “gilipollas” entre dientes.
Cuando te dicen que tu marido, minero de profesión, se ha salvado junto a 11 compañeros más de un accidente mortal en la mina, y luego resulta incierto, eso, perdonadme, puede quedarse sin calificativo, pero llamarle “error de comunicación”… Yo más bien llamaría al que se encargó de dar tal noticia “error de nacimiento”.

martes, enero 03, 2006

Binomio VIAJES-ARRUGAS

Vivir por encima de las posibilidades de uno es una filosofía excitante para quien tiene el alma peregrina. Pero mi fardo judeo-cristiano continúa haciendo acto de presencia, colgado de la cintura y haciéndome doblegar cuando salta el flash para la foto. Así no saldré nunca en la portada de ninguna revista. Jamás me haré famosa por mis excesos con las drogas y el alcohol, por ser cleptómana, por haberme cruzado Asia a lomos de una Vespino, por haberme tirado a todos los equipos de waterpolo del país.
Es la primera vez que me aventuro a vivir por encima de lo que gano, a gastar más que lo que puedo producir, a vivir más que a sobrevivir. Y apenas lo hago, ya empiezo a imaginar reveses y a hacer cábalas de cómo salir de esta. Por el momento, me pregunto si este año podré hacer algún viaje. Y no es baladí mi pregunta. Lo sé, por eso me la hago.
Inconscientemente, o no tanto pero sí de forma discreta, uno hace balance del año vivido unos días antes de comer las uvas. Y cuál fue mi sorpresa hace unos días, que me pasó lo que no ocurría desde que mi mamá decidía qué me iba a vestir cada mañana: resultó que echando cálculos, lo que sobre el calendario había ocurrido hacía unos meses tan solo, en mi cabeza habían tenido lugar hacía por lo menos 2 años! ¡El tiempo se había dilatado! Y ni corta ni perezosa, me apresuré a achacárselo a los viajes que me marqué este año. No descarto que lo haya hecho por interés de mi subconsciente, pero me parece una interpretación de lo más plausible. Mi cabeza, en este último año, ha acumulado más recuerdos de lo que estaba acostumbrada, más paisajes de los que la rutina le tenía preparada, más idiomas de los que el tic-tac de los días pasados le había proporcionado nunca. Por eso, confusa, quiso pensar -que es lo suyo, aunque lo niegue para evitar exigencias- que lo transcurrido en un año sólo era posible si el tiempo, por alguna razón, se hubiese ralentizado en una proporción de 2 a 1 (dos días en uno, quiero decir). Y misterio resuelto.
Pues a mi lo que piense mi cabeza me parece fenomenal. Sobre todo porque si es ella la que se encarga de dar órdenes a los demás miembros y células de mi cuerpo, a lo mejor le da por ralentizar a ella el apachuchamiento de mi piel y me mantiene joven durante más tiempo. En una proporción de 2 a 1, por lo menos.
Así que ahora mi dilema es que si habiendo querido emigrar a un barrio más dinámico y con más juventud a pie de calle, no la habré cagado, condenándome no sólo a recuperar el tiempo que ahorré el año pasado, sino a un envejecimiento prematuro causado por las cuatro paredes de mi flamante casa.
En fin, ahora mismo tampoco tengo la solución. No creo que los vídeos del National Geographic sirvan como terapia alternativa. Snif!

lunes, enero 02, 2006

Ya es hora de despertar

¿No es un 2 de enero –inicio explícito de año- un buen día para levantarse del desánimo? Y bueno, no es bien desánimo el que tengo, o tenía, diría más bien que sobredosis de actividad. Los dos últimos meses mi corazón ha palpitado para otros, ha sido un órgano de alquiler. A mi me ha dejado de lado, a mi vida, a mis gustos, mis preferencias. Ha latido por obligación, por dinero también, porque para qué vamos a engañarnos: mi corazón también necesita bienes materiales para sonreír.
Pero esta última semana, mi casa del mar ha resucitado a mi corazón de la extenuación y me lo ha devuelto.

Ya de vuelta en la Meseta, vuelve a correr desaforado, pero esta vez, por estos instantes tan nuevos que aun dudo que sean míos, galopa mi corazón jineteado por mi cabeza y mis caprichos y mis miserias.
Me espera una semana-tíovivo: mudanza, servicios mínimos en el curro y semana nº5 de la cuenta atrás para los exámenes. A mi corazón le pondré un pañuelo en la cabeza y un mandilón de cuadritos rosas y blancos con su nombrecito en el bolsillo de la pechera, para que no se manche.

¡Ring! ¡Ring!
- ¡Nene, levanta, que vas a perder el autobús!
- (5 minutos más…)


Web stats