lunes, julio 17, 2006

siesta

ahora estaríamos tumbados en la cama, uno al lado del otro, sobre sábanas blancas y limpias, con el sopor presintiéndose en las horas, con una brisa suave que entrase por la ventana, apenas meciéndote un mechón del flequillo, mientras mi mano, en las antípodas de tu frente, te acaricia otro, desrizando la suavidad en tu nuca, insistiendo en la serenidad de esta siesta de verano...


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