viernes, agosto 25, 2006

Todo es mejor al sol

“C* pasó aquí muchas horas con la mirada perdida, como hizo toda su vida” o “C* se dejaba caer por aquí cuando le hacían ver que molestaba en casa”. O “A C* le gustaba ver desde aquí cómo derrapaban las bicis de los niños y terminaban esnafrados contra el suelo”. No sé qué clase de final macabro, escrupuloso o decadente me espera. Pero este verano vi en los jardines Queen Mary de Regent’s Park, en Londres, una idea que me pareció un bálsamo para la retorcida manera que tenemos los seres humanos de ennegrecer lo negro que ya de por sí tiene la muerte. Que nos muramos tiene tanto de natural como de putada. ¿Por qué poner esquelas horribles, flores de plástico, velas “especiales para muertos”, luto y tabús por doquier? ¿Por qué no, como en estas fotos, en este parque, poner un rótulo en un banco, de recuerdo del que ya no puede sentarse porque su incorporeidad no se lo permite, pero al que le gustaría seguir estando, sin más? Sí, algunos bancos tenían escrito apenas una lápida (otros, en cambio, comentaban sin rasgaduras quién fue dueño del asiento alguna tarde), pero una lápida al sol, entre flores, hamacas y vivos bronceándose –aunque a veces no lo parezcan-, coño, es otra cosa.
Eso sí: no sé si elegiría alguna de las que propuse al principio, pero ya que la idea del banco me parece bonita, me esforzaría un poco con los copys. A fin y al cabo, es para la eternidad (o lo que dure el banco).

2 cosas que no pueden esperar...

At 9:49 a. m., Anonymous Anónimo me confesó que...

cuenta marcar el territorio a punta de navaja, llave del buzón o bic macgiveriano? impregnado de la mano autora que con intención lo escribiría y sin tintes marmóreos de homenaje? me gusta...

 
At 2:11 p. m., Anonymous Anónimo me confesó que...

Mm, no sé, no sé yo si me gusta la idea de ir convirtiendo en necrópolis los más lindos rincones del mundo, sólo porque alguna vez (o muchas veces, creo que es irrelevante) alguien que ya no está disfrutó de ellos. Dónde está el límite? En los parques? O valdría también la esquina del malecón (donde se fumaba aquellos deliciosos pitillos que finalmente le llevaron al hoyo), el cabecero de la cama (al que tantas veces se agarró gimiendo de placer), la taza del water (que tanto alivio le causaba visitar, él que siempre fue duro de vientre). y tantos y tantos lugares que de repente se verían forrados de chapitas conmemorativas de tal o cual deceso. Huy, qué buen rollo...

por cierto, quizá tú sepas responderme... Las chapas puestas entre flores en un fondo de escritorio... ¿tienen el mismo significado que estos bonitos monumentos funerarios? je, je, you know...

 

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