lunes, enero 22, 2007

¿Qué significa esta tele estropeada?

“Primera generación. Arte e imagen en movimiento, 1963-1986 surge con la intención de presentar al público de manera contextualizada el núcleo histórico de la colección de vídeo del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que ha venido conformándose en los últimos años con el objetivo de establecer unas bases sólidas sobre las que irá creciendo la colección.”

Toda una declaración de intenciones, a mi entender. El Reina Sofía encara la adquisición de obras audiovisuales y, por tanto, la apertura a un género artístico que reconocía olvidado y/o descuidado, con una exposición donde muestra los primeros 25 años del vídeo-arte, de 1963, nada menos, a 1986. Años de espaldas que no se saldan, entonces, si fuésemos coherentes, con una exposición. ¿O sí?

Para entendernos. Si consideráramos el museo como ente divulgativo de arte, entre más funciones (yo así lo hago, y por eso escribo este post) -y en el caso del MNCARS, mucho más, teniendo en cuenta su carácter “público”-, si éste reconoce su “error” al haber obviado el videoarte como expresión artística, y por tanto ha dejado de “educar” a su público sobre el tema durante años, ¿cómo se puede montar, pues, toda una exposición de un arte, a la sazón (y por lo que al MNCARS respecta) desconocido para el público, con obras de lo más variopinto, extrañas (como en el fondo es la mayoría del arte conceptual, y en concreto muchas piezas de vídeo), etc. sin apenas una explicación didáctica, mínimamente sencilla de seguir (y no los horrendos y agotadores discursos pegados a la pared), capaz de involucrar, entretener, y por extensión, hacer comprender al público? ¿Por qué si reconocen haberse plantado a finales de la primera década de 2000 con los deberes sin hacer, dan por hecho sin embargo, que su público está familiarizado con la obra expuesta? Porque lo que me parece realmente fuera de lugar, y más, repito, de un museo público, que no se consideren responsables; que piensen, a pesar de su error, que la gente ya se haya hecho con el tema por otros cauces. Eso no. Eso es como si en la escuela al profesor se le olvida el capítulo de la Reconquista española, y te dice que esperaba que al menos te acordases de Charlton Heston interpretando al Cid.
Y tal cual. Muchos paseábamos por en medio de las obras con cierto recelo, algunas levantaban risitas, de otras no podías pasar más allá de la anecdota, de la mayoría no entendías por qué esas imágenes tediosamente lentas, y con ruidos regurgitados, merecían mención. ¡Pues bonito follón! (¿El arte necesita explicación? Aaay... Eso preguntaba Jaime. Pues... sí. A mi me tuvieron que decir qué querían expresar los impresionistas para entender, y luego admirar. Si no, nada hubiese pasado de "un lindo cuandro de colorines". Creo que es más que un "me gusta", "no me gusta". Es una historia, un pensamiento, un avance. Con el simple "guta/no guta", no hay evolución.)
En fin. Es una cuestión de asunción de papeles. A mi parecer, todos los museos deberían hacerse cargo de su papel de difusores de cultura (creo que ello implica la educación). Pero podría excluir de esta función a los privados, ya que como empresas con intereses personales, pueden hacer de su capa un sayo. ¿Pero las públicas también? Ay, no. Que para eso les pagamos un sueldo. No para que hagan sentir a nadie ignorantes, sino para que enseñen para que no los haya. Digo yo. ¿O no? ¿Tú qué dices?

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