miércoles, septiembre 21, 2005

El amor y los amores

La ventana me remite a su coche,
el coche al beso,
el beso a la oreja que anda siempre perdiendo pendientes,
la oreja a la boca,
la boca a las medias porque las rompe,
las medias al...
—¿Tienes un bolígrafo de más?
—Toma, y a ver si dejas de pedirme cosas,
que contigo al lado no hay quien coja un apunte,
Mari Carmen.
(Almudena Guzmán)



Hay una cosa que tiene el amor -me parece, después de mucho lidiar, oír, contar-, que es lo que dice Almudena Guzmán (Usted, 1986): “Reconozco que no somos muy originales, nuestra historia es la de medio Madrid”. Pero tiene que hacer ese esfuerzo –el de pensar en frío y reconocerlo-, porque en ese estado de "enajenación mental transitoria", que nos sube a las nubes y no nos deja ver a ras de suelo, sería incapaz de no considerar el suyo como la única pasión merecedora de una encuadernación de tapas duras de terciopelo. Sin embargo, en ningún momento, a pesar de esa confesión, deja de exaltarlo, de adorarlo, de amarlo. Como cualquier mortal.

Lo bueno de Almudena Guzmán es que en el momento que reconoce que su amor es como el de todos, nos está cediendo generosamente sus palabras, nos presta páginas para nuestros libros, nosotros, los mortales, que no hemos sabido expresarlo tan bello y tan claro. Así, ahora, todos, con nuestros amores tan buenos, tan raros, tan sórdidos, tan humanos como cualquier otro, tenemos un libro de poesías que habla como ninguno de nuestro amor.

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