lunes, junio 06, 2005

Nunca seré la princesa Leia

Iba a divagar sobre las elecciones en mi pueblo, porque anoche, sentada en mi sillón, cumplí el ritual de meter mi voto y mis innumerables recelos en su sobrecito. Pero todavía hay tiempo para eso, casi dos semanas para remover bien el terreno. Hoy no puedo evitar comentar algo que me ha dejado perpleja.
A las 10 de la mañana quedé con algunos compañeros para presenciar un focus group. Es una de esas sesiones en las que se ‘invitan’ a personas para hablar de un tema y ver qué conclusiones tiene la gente en torno a ello. Obviamente, el tema era un producto y su anuncio.
El artículo en cuestión era una salsa envasada, cuya percepción, así, en genérico, es que resulta de poca calidad, como complemento de una mala alimentación, etc. El anuncio que se les explicaba, trataba de cambiar esta opinión establecida. Y como poco, puedo sacar a bote pronto, un par de conclusiones:

1. aunque ya lo sabía, se corrobora que es muy, muy complicado aniquilar una idea enraizada durante años en la mente del consumidor.
y 2. que cuando sometes cualquier cosa a un coloquio eternizado durante dos horas, ahí no se salva ni el tato.

He oído de todo. Aquel grupo, compuesto por amantísimas amas de casa, comprendían el mensaje, entendían que si el anuncio daba un dato, no mentía, que quizás se había generalizado una percepción errónea… pero cuando todo parecía encaminado, ¡zás!: “Sí… pero no me lo creo”. “¿El qué? ¿Crees que mienten?” “No… supongo que no… pero no me lo creo.” Impresionante. Supongo que a base de insistir, se puede conseguir convencer de que la concepción primera que poseen, tiene unas bases poco estables. Sin embargo, no hay duda que el ser humano no suelta de buenas a primeras los conceptos que tiene clavados a martillazos en el cerebro. Y ahí ya puedes decir misa.

Pero lo más increíble, es la cantidad de sinsentidos que se llegan a decir cuando hay un profesional tratando de exprimir tus neuronas hasta soltar el primero de tus balbuceos. Y leed atentamente. Verídico. Una buena señora llegó a decir: “Ajá, pero es que este anuncio, si apagas la tele… ¡no se ve!” Miré hacia Alex por si podía corroborar con su estupor, el mío. Pero él desde hacía un rato, había dado por perdido el mundo del análisis de mercado. Y yo, casi, el de la publicidad. ¡Dios mío! ¡Lo que quieren los consumidores es que hagamos anuncios que se vean cuando nadie los esté viendo! Desde luego, es cierto: nos llevan años-luz. Y yo, por más que me esfuerce, nunca podré ser la princesa Leia de la publicidad…
La líder de grupo –sí, existen- siguió en sus trece haciendo caso omiso a este comentario y las demás la siguieron en su particular cruzada contra las salsas en conserva. Mientras, yo sólo pensaba en que aquello, aún lejos de ayudarme a sentirme confiada en mi carrera, sólo podría darme pie para asegurar un día más la regularidad de este blog.

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