jueves, mayo 26, 2005

La tentación

No sé si es arriba. Diría más bien que la tentación vive en todas partes. Tiene el don de la ubicuidad y de la plasticidad y de la omnipresencia…
El caso es que la tentación bajó un momento y pegó en la puerta de una amiga. Resulta que el señor de la casa no estaba en ese momento, y la tentación esta vez llevaba puesto un bronceado natural y una sonrisa de dibujos animados que no eran de este mundo. Las líneas de su traje acentuaban sus músculos, sus ojos oscuros la miraban desde el corazón del ardoroso desierto.
La tentación, con voz sibilina, se dedicó durante un buen rato –que pareció una semana- a presentar mil ramos de flores, cajas sorpresa, sensacionales cruceros, joyas de Saba, luces de colores. Y mi amiga se quedó en el dintel sonriendo hechizada, sin fuerzas para terminar siquiera de guardar sus zapatos blancos recién limpios. Pero ¡qué barbaridad! … ¡Si la tentación justo decía las palabras que ella siempre había soñado! ¡Cómo podía saber eso!…
A esas alturas, a mi amiga, los dedos de sus pies desnudos ya le asomaban y pisaban el rellano del edificio. Pero, con los ojos perdidos en las pupilas de la tentación, amarró el teléfono del hall e hizo una última llamada.
Me sonó a socorro. E hice lo único que podía hacer. Le dije exactamente: “Eres libre. Puedes elegir entre mil posibilidades. Incluso ir eligiendo eternamente, en un supermercado sin fin. Pero elegir significa renunciar a todo lo que has descartado en esa selección. That’s the game!”
Algo asustada, cerró la puerta en los morros maliciosos de la tentación.
“¿Elegir? ¿Renunciar?”
“Ajá. Puedes tener todo lo que quieras. Pero tienes que soltar algo a cambio.”
“¿Elegir? ¿Renunciar?”
“Sí, claro. Supongo que se te había olvidado… “
“Sí…”

La tentación rondó la puerta cerrada de mi amiga durante un buen rato, se la oía pasillear, inasequible al desaliento. Ella, dentro, miraba hacia todas partes, buscando qué elegir.
Hasta que fuera dejaron de oírse pasos y jadeos. Y poco a poco, a mi amiga se le fue olvidando, ensimismada en el jaleo de su nuevo hogar. De hecho, a veces, cuando mira a los ojos de su joven, flaquito y dulce marido, piensa que aquella sonrisa fue sólo el reflejo de sus sueños en una rodaja de sandía.

Yo supongo que la tentación bajará de vez en cuando a visitar a mi amiga, con esas y otras formas, a torturarla. Eso dice. Pero la tentación no es mala: en realidad ella baja para demostrarnos que somos libres de elegir.

El problema es que nos cuesta ser felices. Porque a la felicidad sí que subimos y bajamos y salimos fuera a buscarla. Y muchas veces no recordamos que la felicidad casi siempre está dentro de nosotros, de casa.

2 cosas que no pueden esperar...

At 11:36 a. m., Anonymous Anónimo me confesó que...

Qué bonito te ha quedado, tentadora de mis entretelas... Me he sentido muy identificado con tu amiga, aunque me pareció increíble su forma de cerrar la puerta. Anyway, es un relato, en la vida real, los amigos actúan de forma ligeramente diferente. Básicamente no hacen caso de los consejos.

 
At 7:31 p. m., Blogger C* me confesó que...

"anyway", es un hecho relatado. En la vida real hay amigos que escuchan y tentaciones que se pueden dejar pasar. y otras no, claro, pero ya no se le llaman tentaciones.

 

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