martes, octubre 25, 2005

Quiero-una-Sopa

Le robo el slogan a Gallina Blanca para declarar mi amor por la Sopa. No la sopa, la de fideos, la de verdura, la de Mafalda (del cómputo rescato sólo el caldito gallego de mi abuela). Sino la Sopa: restaurante lacónicamente definido como económico y biológico.

Como restaurante es bueno, sencillo de carta –aunque esto pudiera parecer un pero, ni muchísimo menos-, con ingredientes naturales, facturación casera, sabores amables con el paladar y precios bastante fáciles.
Sopa de primero, cómo no. Varía el tipo según el día de la semana, aunque siempre hay varias para elegir. Y servida en un tazón blanco, con otro más al lado lleno de arroz con trocitos de frutos secos. También hay ensalada, para quien echa de menos los fogones de la abuela, como yo.
De segundo, bocadillos calientes, de queso o verduras. O si no te permites más pan por hoy, tortilla o torta de verduras. Y si es martes, como hoy, una selección de sushi vegetariano buenísimo (mi menú fue: ensalada de algas –de lujo-, una bola de tofu –rico, pero algo dulzón- y 2 rollitos de verduras –envueltos en una finísima pasta, ligeros y sabrosos, sobre todo con la salsa de soja-).
Para terminar, lo dulce también es bastante sugerente, si aún tienes ganas de más (¡las verduras llenan un montón en un primer momento!).




El local, amplísimo, es como un comedor de colegio noruego: muy sencillo, sólo tiene un par de mesas grandes en el centro de color pino, con floreros de gerberas –tan a propósito de la moda minimalista- y un montón de taburetes alrededor, para comer en comuna. Las paredes, el suelo, el techo, la barra, las estanterías… blanco todo. Así fluye la vista hacia el punto que capta toda la atención final: una única pared naranja.

Pero el lacónicamente del principio no está escrito al pedo. Porque Sopa tiene algo que a los soñadores, a los insatisfechos, a los amantes de proyectos, a los bulle-bulle, a mi en particular, nos atrae de este lugar. Porque además de la barra y el comedor, Sopa dispone de toda una pared a lo largo del restaurante forrada de estanterías colmadas de productos biológicos, ecológicos, sanotes, dispuestos para ser admirados, comprados y acogidos en alacenas particulares. Y porque en la entrada se aloja un pequeño espacio con vitrinas y escaparates donde Jorge Morales expone sus diseños de joyas de plata, bolsos, sombreros… (que, por supuesto, puedes adquirir). Y porque aprovechando la filosofía del local, se permite organizar iniciativas como el colectivo de “grupo de consumo”: si te apuntas, puedes recibir una bolsa de verduras de entre 5 y 7 kilos (puede variar según la variedad y disponibilidad del momento) proveniente de una cooperativa que cultiva hortalizas de forma ecológica.

Sopa es uno de esos negocios multidisciplinares que han ido surgiendo con el tiempo en los barrios progres de las ciudades, que quizás, no sé, respondan a la amalgama de inquietudes varias de estas nuevas generaciones “que no sabemos lo que queremos”. O quizá es que lo tenemos muy claro: yo, al menos, quiero-una-Sopa.


ps: sopa. c/ nierenberg, 23. madrí.

3 cosas que no pueden esperar...

At 9:38 p. m., Anonymous Anónimo me confesó que...

Ese local es tan pijo, sofisticado, y repelentemente snob, como la palabra "multidisciplinar".

 
At 10:53 a. m., Blogger C* me confesó que...

Me encanta ;)

 
At 5:23 p. m., Anonymous Anónimo me confesó que...

delicioso, claro, sencillo, voy siempres que puedo. no veo que hay de snob en un potaje de lentejas o unos canelones de espinacas o una tarta de chocolate...

 

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