lunes, agosto 08, 2005

¿Y si un día todo el mundo se quedara ciego?

Podría formular incluso con menos palabras una premisa tan concisa y clara, que además de germen en su momento, sirva ahora perfectamente de explicación para la novela entera. ‘Ensayo sobre la ceguera’, de José Saramago, no necesita forzosamente más aclaración de su argumento en la contraportada, porque es lo que es: cualquier elucubración que a uno se le venga a la mente, la descripción de un mundo tan horrible y nauseabundo como cualquiera se podría imaginar, si en vez de interrogación, el título de este post se convirtiese en aseveración. Pero ya que fue Saramago quien la planteó –creo que ya por el año 1995-, es él quien pone unos personajes al servicio del relato de una de nuestras muchas pesadillas. Aunque no con el mismo ahonde en la psique de los personajes, cualquiera podría describir cómo sería una ciudad en el momento en el que salta la alarma, ¿por qué motivo? Saramago escribe, por poner un ejemplo, por contagio.
Quizá. Pero eso qué más da, no viene al caso. Porque a quién le preocupa la veracidad de la sintomatología o toxicidad de una posible enfermedad oftalmológica, sino más bien el después inmediato: ¿qué haría esta sociedad nuestra, perfectamente sistematizada, felizmente organizada en función de nuestras capacidades humanas, que nunca contó con un ‘error de sistema’ de este calibre, con una amenaza semejante de caos inimaginable? Desde el encierro a la castración, cualquier modo es justificable ante el pánico: la mitad con ojos huye despavorida de la mitad de la población invidente, sin contemplaciones ‘ñoñas’ como simples razones humanitarias. No hay lugar ni amparo ni justificación para tales razones. La sociedad se ‘des-socializa’ y cada persona se convierte en principio y fin de su propia supervivencia, al más bajo nivel. Los enfermos, sean familia o amigos, ya no tienen derecho a ser personas.
Y mucho peor: Saramago llega al límite, a un escenario donde la enfermedad deja de serlo en su vertiente de anomalía y, por esos vericuetos del extremismo literario, convierte al sano en enfermo, a la única persona que queda con vista, en el objetivo de la compasión. Porque sólo ella tiene la capacidad de ver en qué se ha convertido un mundo en el que no hay nadie que pueda trabajar ni valerse por si mismos, y por tanto, no queda electricidad ni gas ni agua ni alimentos, pero tampoco sentimientos fatuos como simpatía o respeto, y vagan ciegos por las calles, incapaces en todos los sentidos, muriendo en cada esquina o ¡muertos ya en vida!, fantasmas de ojos nítidos pero en cuyo horizonte se extiende un mar de leche, una ceguera blanca que los despoja de toda su razón de ser y los cubre de una espesa capa de animalidad
Realmente no importa el por qué pasó que todos se quedaran ciegos, el cómo se solucionaría esa plaga, las idas y venidas de los personajes, etc., porque para cuando estás en medio de la lectura y evocas las calles inhumanas de la desesperación y la lucha por la supervivencia, ya todo te da igual, sólo te preguntas ¿pero de qué pasta estaremos hechos?
...

Me he leído este libro de 440 páginas (si lo queréis leer, 'Punto de Lectura' ha sacado una edición especial 5º aniversario por 5 eurines de nada) durante mis ratitos de los últimos 3 ó 4 días. Hoy lo terminé en el descanso del café, porque no podía concentrarme en qué estaba haciendo. A veces mirarse al espejo, aunque sea tu cara más tétrica, tiene ese magnetismo, no puedes dejar de hacerlo…

2 cosas que no pueden esperar...

At 4:02 p. m., Blogger demoniostusojos me confesó que...

Leí este libro hace tiempo, con tan mala fortuna que le faltaban cuarenta páginas en la parte central. Es lo que pasa a veces cuando compras libros de saldo o segunda mano.

Intenté sustraerme, mirar de manera más o menos objetiva la realidad expuesta por el autor; te cuento: desde que nací he visto gente ciega a mi alrededor, me he criado con algo que con el tiempo deja casi de ser una desgracia y que asumes como una manera distinta de...comunicarse, sentir, por parte de esa persona, y que se manifiesta en un desarrollo espectacular de los demás sentidos.

Hace poco le regalé el libro -¡a la misma persona que me ha dejado La sombra del viento! a ver si exorcizaba los demonios- y, según parece, no le gustó nada, se agobió bastante. A mí no me causó ningún tipo de angustia ni nada parecido; a ratos no es más que un catálogo de las vanidades humanas...que se traduce en una des-socialización, como tú bien dices.
No sé si habrás leído algo más de Saramago. Personalmente, te recomiendo El evangelio según Jesucristo, imprescindible para alguien de cultura mediterráneo-cristiana, una humanización en todos los sentidos (sí, hasta en ese...) del personaje de Jesús.

Aunque, mi preferido sin lugar a dudas es El año de la muerte de Ricardo Reis. Posee unos de los mejores comienzos que jamás he leído en una novela, y es una obra de orfebrería en torno a Lisboa y los heterónimos de Fernando Pessoa.

En una ocasión, asistí a una conferencia de José Saramago (José Souza; era tan pobre que un vecino lo inscribió en el registro con el apodo de la familia, jaramago, saramago, pues no conocía siquiera el apellido) y, la verdad, es un hombre entrañable. Comenzó a llover y nos tuvimos que trasladar desde una especie de corral de comedias del siglo XV a un recinto cerrado. Una vez allí, relató, entre otras cosas, como su abuelo hombre de campo y analfabeto hasta la médula, cuando presintió su muerte, salió al huerto y se agarró a todos y cada uno de sus árboles, con intención de despedirse de ellos. Esto si mal no recuerdo, ya lo narraba en uno de sus relatos. Pero, pero...no me gustó nada que fuera acompañado de un guardaespaldas enorme y bizco, que nos miraba de manera bastante, extraña, en muchos sentidos, y que de vez en cuando entreabría la chaqueta para dejar ver una enorme pistola. No, no me pareció no sé...¿coherente? este detalle; en realidad, no lo entiendo.

Poco después, sin venir a cuento, un día cualquiera, alguien me regaló El año de la muerte de Ricardo Reis firmado por Saramago. Quizá el regalo más especial que me han hecho nunca. Y también el más envenenado.

(Llevaba un mes queriendo hacer aquí un comentario; por fin hoy he perdido la vergüenza)

 
At 4:22 p. m., Blogger C* me confesó que...

Dime, ¿qué sientes cuando alguien te deja un comentario, aunque fuese banal o no estuvieses de acuerdo? A veces la respuesta a nuestros temores, ya sabes, lo siempre dicho, está en nosotros mismos.
Anyway... no, no he leído nada más. Me acabo de comprar 'El Hombre Duplicado' y creo que me lo llevaré de viaje. Y luego le tengo ganas a 'Ensayo sobre la lucidez'. Pero como me fío mucho de ti ;) apunto estos otros títulos. Por cierto, ya sabes cómo acaba 'Ensayo sobre la ceguera'?

Dios mío. Tú y Accidente, sois como enciclopedias!...

PS: mi familia materna, por parte de mi abuela, era una familia bien antes de la dictadura, de esas con blasón y todo. Los republicanos, como era su "deber", les quitaron todo, dándose la circunstancia de ser mi tatarabuela maestra en aquellos incipientes años del siglo XX y mi bisabuela completamente analfabeta. Cuando nació mi abuela, eran tan pobres, que un vecino la registró, 2 ó 3 días más tarde del acontecimiento, con el nombre de 'Josefina Docampo Paradela'. Y se perdió para siempre el 'García' de mi bisabuela...

 

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